sábado, 24 de diciembre de 2011

Sueños raros: Las carreteras rusas

El otro día tuve un sueño realmente raro:

Salía yo del gimnasio donde practico taekwondo. Todo era normal salvo por una cosa, en vez de salir a la calle habitual salí a un especie de ciudad nevada con muy pocos edificios. Cómo no sabía dónde estaba decidí preguntar a gente del gimnasio.

Tras aguantar miradas de “es obvio” o “¿Qué te has fumado?” descubrí que estaba en Rusia. No sé en qué parte, pero era Rusia. Así pues, o mi gimnasio se había cambiado de sitio durante la clase o bien alguien había cambiado al enorme país eslavo de lugar sin que yo me diese cuenta. Lo peor de todo no era eso, era que no sabía cómo volver a casa.

Tras preguntar a mis compañeros que cómo podría volver me dijeron que no sabían. Que ellos volvían en los coches que hay aparcados debajo del gimnasio. Eso corroboraba mi teoría de que habían cambiado el gimnasio de sitio pues nunca hubo tal aparcamiento. Además es mucho más lógico que muevan un edificio de golpe que un país entero como puede ser Rusia.

Así pues, tenía que encaminarme a casa pero no sabía cómo. Pregunté, pregunté y un buen hombre me dijo que era muy fácil, sólo había que seguir una grieta en el suelo que me llevaba hasta España. Miré al suelo y efectivamente, una falla separaba la tierra en dirección al horizonte, en dirección a mi hogar. Sin más dilación me puse a caminar hacia mi casa.

Mientras seguía la grieta pude observar cómo ésta se hacía cada vez más grande o profunda en ciertas zonas. Eso parecía ser un problema de no ser porque en Rusia, o por lo menos en mi sueño, hay “operarios de grietas”. Éstos son humildes trabajadores que arreglan las grietas para que no haya problemas. Son algo así como la copia de los que arreglan los baches y huecos en las carreteras o autopistas. Realmente son iguales, con chalecos reflectantes, con gorros y botas (o por lo menos así me los imagino)… la única diferencia es que en vez de arreglar carreteras arreglan grietas.

Antes de seguir hacia casa pude observar que estos dignos operarios del Estado ruso no usaban cemento para rellenar o tapar las grietas. Usaban una materia prima mucho más abundante: legos. Sí, las grietas estaban rellenas de bloques y bloques de lego. ¿Lógico verdad?

Bueno, pues eso fue mi sueño de la semana pasada. Supongo que morí abandonado en una cuneta de una carretera rusa porque no me acuerdo de más.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Sueños raros: Zombies en Helsinki

Hoy voy a inaugurar una nueva sección en mi blog: “Sueños raros”. Lo llamaría “Sueños bizarros” pero bizarro significa valiente (lo aprendí el otro día), y mis sueños no son valientes, son raros. Además, esta sección en mi blog viene en base a que… es mi blog y hago lo que me da la gana. Y si cuento algo es porque a mí me importa y creo que a un determinado número de lectores -dos o tres en el caso de los sueños raros- puede resultarles interesante.

Así pues, comenzaré mi lista de sueños raros con el más reciente. Advierto que no tienen lógica, no tienen un principio determinado ni un final especial. Son raros y punto. Y como mucho puede servir para demostrar que eso de que los sueños son premociones… va a ser que no. Son, desde mi punto de vista, relaciones de lo que has vivido mezclado con una historia que te montas tú en la cabeza.

El caso, el primer sueño raro que voy a relatar lo he tenido esta semana. Tiene que ver con dos cosas que me han pasado en la vida real: hablar en clase de Narrativa de la serie Walkind Dead, y mis trámites para irme seis meses de Erasmus. Por eso lo voy a bautizar como “Zombies en Helsinki”, y este es el relato:

Estoy caminando con mi novia por una pradera verde en dirección a una casa de campo que hay cerca. No sé cómo serán las casas de campo en Finlandia, pero en mi imaginación son como las de la campiña francesa. El caso es que cuando llego al borde de los terrenos de la casa empiezan a aparecer zombies. Afortunadamente, no son de los que corren como un humano normal (últimamente en las series, libros y películas los zombies corren que se las pelan, empuñan armas y hasta se sacan doctorados…), así que no hay demasiado problema en esquivarlos.

Con una maniobra hábil de distracción, basada en mover unas sábanas rosas que hay tendidas en una cuerda, logramos evitar a los zombies para poder acercarnos a la puerta y llamar a la casa. Pero no nos abren. Así que golpeamos la puerta y entramos. Lo primero que vemos nada más entrar es un pasillo derruido y oscuro… lo cual es desconcertante porque desde fuera la casa parece bastante lujosa. Cerramos la puerta atrancándola con unos tablones y avanzamos por el pasillo. Como los zombies ya saben dónde estamos golpean las ventanas sin parar. Nosotros avanzamos sin titubear y nos metemos en la primera habitación que vemos.

Resulta que la estancia a la que hemos accedido es un salón lujoso. Pero no está vació, a un lado hay unos estudiantes Erasmus quejándose de que una infección mundial haya empezado justo en la ciudad en la que elegían hacer Erasmus. Por otra parte, a un lado, está mi colega Pedro leyendo un libro. Nos mira, nos saluda, y se alegra de que hayamos llegado. (O sea, que estábamos buscando su casa sin saberlo). Le explicamos cómo hemos entrado, se queja de que hayamos roto su puerta, grita a su madre que lo arregle, y nos lleva una habitación.

Las habitaciones, como no podía ser de otra manera son lujosas y espaciosas. Lo malo es que dado el apocalipsis zombie que se está gestando fuera están llenas de cosas de primera necesidad. Pero no pasa nada. Como favor por su hospitalidad nos pide que vayamos a ayudar a entrar a un colega que viene en coche. Decido ayudarle.

De camino a la parte de la finca por la que entran los coches me cruzo con la madre de Pedro. Lleva una pala llena de sangre y me dice que tenga cuidado al entrar la próxima vez. No le doy más importancia y avanzo hasta la verja para dejar pasar al amigo que viene en coche.

Aunque todavía no ha llegado abro la verja. Empiezan a llegar zombies que estaban escondidos para poder entrar en cuanto alguien se despistase. Cuando empiezo a correr llega el amigo de Pedro en su coche a gran velocidad. Es un tipo en un deportivo que con risas maniacas y descontroladas atropella a todos los zombies de la zona. Con varios giros y derrapes elimina la amenaza y me pide que cierre la verja.

Cierro la verja.

FIN.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Amoprhis en Madrid

Una semana después del concierto de In Extremo he tenido la suerte de asistir al de Amorphis. Este grupo lleva cuatro discazos desde el 2004 de los cuales no sabría elegir uno de ellos ya que todos son realmente buenos. El caso es que yo, que ya tenía ganas de verlos en directo, pude ir a verles en la presentación en Madrid de su último disco The beginning of times.

La sala afortunada de recibir a estos genios fue la Heineken. Estaba hasta arriba, cosa que me sorprendió gratamente. El grupo de Helsinki cuenta con muchos aficionados, pero en España, pese a sus casi 20 años de carrera, no siempre han tenido mucho tirón. Está claro que sus últimos discos están abriéndoles muchas puertas.

Antes de empezar decir que no llegué a tiempo para ver los teloneros Leprous y Naemah, pero por lo que he visto en Youtube tampoco me interesan en exceso. Quizás si me animase a escuchar un disco o algo cambiase de opinión. El caso es que ahí estaba yo, como quien va al cine a ver una buena película.

Lo primero que me llamó la atención es el micrófono, estaba como en unas barras fundidas entre sí y sobre una plataforma metálica desgastada. La portada del disco, el último clip, varias de sus últimas canciones tratan de una vida en un mundo apocalíptico… así pues la ambientación, aunque precaria, era correcta. Lo segundo que me llamó la atención es que la pedalera del guitarrista ocupaba casi como otra guitarra entera, lo que me resolvió muchas dudas sobre cómo iban a interpretar algunas canciones en directo. Lo tercero, es que el cantante, Tomi Joutsen, es muy bajo. Me imaginaba un finlandés grande y alto (en los clips esas cosas no se notan)… pues no, tenía que subirse a la plataforma de metal a veces. Supongo que no es para tanto, pero es que sus compañeros de grupo le sacaban una cabeza o así.

Empezaron el concierto con Song of the sage, una muy buena elección sacada de su último disco que resume muy bien lo que Amorphis son: un grupo de metal melódico con líneas de guitarra ambientales a lo largo de sus canciones y con adornos de teclados que suavizan su la dureza de algunos temas. No abusan de guturales, ni de rasgados y no caen en la repetición. En definitiva, un grupo que merece la pena escuchar. A veces voy a conciertos sabiendo que lo que lo que voy a ver me gusta pero tampoco es nuevo o diferente. Este no es el caso.

Siguieron con la más bestia My enemy, también de su último disco, y continuaron con The smoke, una de mis favoritas de ellos.

A continuación cayeron Crack in a Stone, Against Widows, Alone, la brutal Vulgar necrolatry y el ultimo single You I Need. A estas Alturas ya podía apreciar que estos tipos suenan en directo tan bien como en estudio. Su último dvd en directo así lo atestigua, pero quién sabe cuánto se retocan estas cosas. El cantante hacía guturales perfectos sin morirse cuando había que hacerlo, los efectos y riffs de las guitarras perfectos… Lo único que podía criticar hasta ese momento es que las canciones elegidas no eran mis favoritas. Una pena, además yo que vivo en una capital, lugar donde más público va ir a verles, lo normal es tocar lo que más gente está esperando. Pero bueno, la verdad es que si el grupo gusta va a dar lo mismo porque se disfruta de todas maneras.

Posteriormente tocaron Into Hidding, Sky is mine, Blackwinter day y Sampo. Con esta última he logrado convencer a un amigo que el metal, los guturales, el virtuosismo y la calidad no están reñidos en este mundillo.

Por otra cabe destacar que en algún momento, no sabría recordar qué canción, antes de empezar a interpretarla, rindieron homenaje a los alemanes Rammstein parafraseando algunos versos y riffs de su famoso y polémico single Pussy. A estas alturas del concierto también cabía destacar que cuando el cantante hacía head banging (lo de mover en círculos el pelo), la gente aplaudía y él lo repetía. Es espectacular ver a un tío con un metro de pelo de rastas hacer ese movimiento. También parecía peligroso para el resto de componentes del grupo.

Para finalizar el concierto eligieron muy acertadamente tres de sus canciones más exitosas: Silver Bride, My Kantele y House of Sleep. Esta última cantada en los estribillos por el público.

En general me gustó mucho. Quizás habría deseado alguna canción más pues 15 canciones (aunque la mayoría pasan de los cuatro o cinco minutos) me resultaron poca cosa. Pero bueno, eso es lo de menos. En resumen: los Amoprhis se marcaron un concierto muy bueno y yo me alegro mucho por haberlos podido a ver de una vez por todas.