Mis amigos Diego, Nacho, Ziad y yo atracamos una joyería tapados con pasamontañas y con armas. El procedimiento era el habitual: amenazas, palabrotas y bolsas llenas de diamantes. Por si acaso nos reconocían les dejábamos caer sigilosamente que éramos jugadores de fútbol. Así, además de evitar la posibilidad de que nos descubran como malvados atradores, investigarían la escandalosa deuda de más de 750 millones como mínimo que deben a Hacienda. (Había estado leyendo sobre eso recientemente... y bueno, que un ladrón acuse a otro es algo parecido a la cortesía profesional).
El caso es que para huir nos esperaba Ziad con coche bastante pequeño de todos los colores. Había dejado caer múltiples cubos de pintura para lograr poder pasar desapercibidos. Por algún extraño motivo pensaba que un coche multicolor no destacaba nada.
Además conducía lento y por la acera. Para parecer peatones.
Además conducía lento y por la acera. Para parecer peatones.
Pd: además les pedía que no se lo contasen a mi novia porque siempre he dicho que robar, por mínimo que sea es incorrecto.
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