Este es Dixie, mi perro. Hay muchos como él, pero este tiene la particularidad de que es mi perro, no de otra persona. Tiene un año y casi tres meses. Llegó a mi casa hace exactamente un año, ni más ni menos. En un día como hoy valoro la situación y hago una pequeña disertación sobre lo que es tener un perro. Todo ello desde el punto de vista de un novato en el mundo canino.
En primer lugar he de confirmar lo que todo el mundo dice: tener un perro es una pasada. Te quiere y te ve como un jefe de manada, te respeta y te aprecia. Se alegra de verte (y no sólo para que le des de comer) y realmente aprecia mucho estar contigo. En definitiva, mola mazo.
Pero aún así, desde el primer día yo iba haciendo apreciaciones sobre lo que es tener una mascota. Y como siempre, uno se va dando cuentas de aspectos de la vida que no se había planteado antes. He aquí mis conclusiones:
1 – La gente que tiene perro se pueden englobar en dos grupos: En el primer grupo podemos encuadrar a la gente simpática que le gustan los animales y con la que se puede tener una buena conversación en el parque. En el segundo, la gente extraña con un toque de locura. Éstos tienen un animal por no estar solos o bien por añadir un poco más de locura a su vida.
Yo, sobra decirlo, me considero de los primeros. Pero a lo largo de un año de parques y paseos he podido apreciar que hay gente muy especialita por ahí suelta. A veces les da igual que su perro se dedique a morder a los demás o a acosar al personal, o simplemente tratas de sacar un tema de conversación y directamente ni te hablan. Hay de todo en la viña del Señor.
2 – Cada persona que te encuentras es más entendida que la anterior. Sobre todo si tu perro es pequeño y te ven sin mucha idea.
Me han llegado a decir que los labradores no aprendían nada hasta pasado el año, otros me decía que a los seis meses. Otros decían que le dejase hacer lo que quiera, que no le enseñe nada. Incluso, los que hablaban de mi perro como si fuese un cocker. Según con quien te encuentres un perro como el mío puede comer desde 200 gramos al día hasta un kilo. Los hay hasta que dicen que mi perro es de tamaño grande, otros de tamaño pequeño, y es de tamaño mediano. Y lo mejor es el típico que te explica todo lo que hace tu perro: “eso lo hace por dominación, esto otro por que quiere jugar…” y los demás con cara de “ya lo se tronco, ya lo se”.
No voy a negar que en toda esta vorágine de iluminadores hay gente que dice cosas lógicas y que merecen la pena. Pero son los menos.
3 – Lo de César Millán es una maravilla. Es importante seguir sus consejos y entender a los perros a su manera. Vamos, así lo veo yo. Pero César Millán es uno y nadie más. A lo largo de este año he visto muchas veces cosas como golpear al perro en determinado sitio, hacerle dar ciertos paseos por una zona determinada del parque, tirar de la correa de la correa de una manera concreta, etc. En todos los casos a los que hago referencia el perro ha estado a su bola pasando del tema o bien mirando al dueño con cara de “What the fuck?”. Todos estos dueños se escudan normalmente en “lo vi el otro día en el programa del tío de los perros”. Generalmente los dueños de las criaturas con las que juegan a ser el encantador de perros dejan de intentarlo en unos pocos días.
Pese a todo, que lumbreras hay en todos lados, recomiendo sus libros. A mi por lo menos me ha ayudado a entender a los perros.
4 – Los perros no son personas.
Esto que parece evidente a primera vista no lo parece tanto dependiendo de los sujetos que andan sueltos por ahí. A mi me encantaría razonar con mi perro y hacerle entender el porqué de las cosas, pero lamentablemente no parece que tenga la facultad de discurrir muy desarrollada. Así pues, cosa que haga mal queda castigada con un azote, y lo que hace bien queda premiado con comida.
En una ocasión una señora me pidió que no pegase a mi perro (le había dado un azote por subirse efusivamente a una ancianita muy entrañable de mi barrio y tenía miedo de que la descuajeringase a la pobre). Además, me soltó un discurso a favor de la libertad relacionado con lo buena que era su perra (de 2 kilos) y que no hacia nada malo y eso que nunca la había castigado. Mi perro, de 30 kilos, me supone una responsabilidad con respecto a los transeúntes, y antes de que me haga el lío, prefiero que aprenda a no hacer el cabra por ahí con las ancianitas.
5 – Los perros falderos no son necesariamente pequeños.
Debe ser cosa de labradores, pero hay perros terriblemente dependientes. Vayas por donde vayas en casa tienen que estar contigo. Aunque no hagas nada con él. Él se siente bien durmiendo a tu lado, y de estar en una habitación aparte, sabiendo que estás tú, llora hasta que puede estar cerca de ti pasando de ti. ¿Por qué? Ni idea.
6 – Los perros sí sienten cuando estás mal.
Esto que parece un mito es absolutamente cierto. Normalmente mi perro se pone pesado para que le saque a la calle y vayamos a jugar al parque. Un par de días que me quedé enfermo se quedó a mi lado en todo momento sin pedirme que le sacase (a mi hermano sí xD), y cuando estaba durmiendo me daba lametones en la mano cariñosamente. Conozco un caso de una chica que se desmayó en el baño y el perro la despertó a lametones.
7 – Los perros pueden ser muy listos o muy tontos xD
Mi perro sabe cuando llegamos a casa incluso cuando estamos en el portal, sabe cuando me visto para sacarle o para dar una vuelta, aprendió en cuatro meses a sentarse, a tumbarse, a dejar salir y entrar antes que él y a no comer hasta que se lo decimos. Pero por otra parte no pilla que no debe acercarse a un pastor alemán ladrándole violentamente, no huye de los petardos que los niños cabrones de mi parque le tiran al lado, le dan miedo las sillas, las papeleras y el mobiliario en general…
8 – No eres consciente de la mierda que hay por la calle hasta que tienes un perro.
En el sentido literal y en el no literal. No vuelvo a tumbarme en un parque sin hacer un análisis más que exhaustivo de la zona. Por otra parte, no se si será los del edificio que da al parque de al lado de mi casa, pero lo que puedes llegar a ver tirado por ahí es realmente curioso: discos de música (piratillas y originales), estofados, tubos de PVC, colchones, bolsas de pan bimbo, pedazos de scalextric, pescado frito… Y eso por no hablar de los botelloneros, que luego se quejan de que sea ilegal beber en la calle. Por su culpa no te puedes bajar una Shandy mientras paseas a tu perro en verano.
En fin, yo estoy contentísimo con mi perro. Está claro que en ocasiones te da un poco de pereza cuidar de un ser que te ve como jefe de manada, pero realmente está genial ver como un animal puede llegar a compenetrarse con un humano. Saber que realmente existe una unión psicológica entre dos especies es lo que más me ha impresionado.
En conclusión: tener perro mola mazo.