He ido cinco días a Oxford a ver a mi familia y porque había bodorrio. Pero la vuelta la he pasado en Praga, viajando sólo dos días.
Han sido poco pero me han recordado lo bueno que es viajar sólo: conoces gente, pierdes los miedos y sobre todo te conoces a ti mismo.
He ido a un hostal, he dormido en una habitación con 11 desconocidos y he hablado con gente de todo el mundo. Había olvidado lo MUCHO que me gusta eso.
En el Free Tour por la ciudad conocí a David, un tipo de Madrid que arregla calderas y que estaba haciendo interrail. Desde el aeropuerto hablé con el conductor de Uber, que es de Kazajistan y ha hecho vida en Praga, de donde ya se siente uno más y que le ha enseñado a abrir la mente según decía. En el hostal hablé con Jan, un holandés de la Haya que odia el tiempo de su país y que considera que el patriotismo es algo del pasado; con Fede, un argentino que trabaja de informático mientras da la vuelta al mundo; con Steven un neozelandés que se vino sólo a Europa porque sus amigos querían pasarse el verano de después de selectividad haciendo nada y el prefería viajar; dos mejicanas que perdieron el vuelo...
Mucha gente.
Dicen que hay una edad para dejar de viajar así pero honestamente no me veo que me llegue esa edad.